<<MartÃn, el escritor, se remueve frente al teclado, se rasca los huevos que reposan sobre el cojÃn amarillo de su silla giratoria. MartÃn es un descreÃdo del amor, un cÃnico con heridas abiertas y esperanzas muertas, como un león viejo hostigado por hienas en medio de la sabana. MartÃn no ha podido ser bueno en el oficio. Le ha faltado talento creativo y le han sobrado carencias formales. Sigue escribiendo porque le viene bien tener las manos ocupadas. Son manos —las conoce bien— capaces de matar>>...