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Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -88



Es grande el coste de intentar parecerse tanto a los demás: o te despersonalizas o te embarcas en un viaje de radical extravagancia que arriba en locura. Estoy con la apreciación de Cioran: "Es casi imposible concebir la eternidad en posición vertical". Esa es la única característica de peso que distingue al hombre del resto de criaturas, su afán de concebir la eternidad, de concebirse parte de ella; o por qué no, ella por completo. Y claro, somos unos insatisfechos de serie. Hay un desequilibrio de difícil compensación entre nuestras aspiraciones y nuestras realidades. Nos faltan datos para tanto anhelo. De dónde nos viene la inquietud de sentirnos incompletos. Los nuevos sabores nos abren más el apetito, los olores nos trasladan en el espacio y el tiempo, las caricias son simulacros de lo que nos creemos merecer. Ni arrastrándonos por la vulgaridad, ni abotargando nuestros sentidos, ni rompiendo el frágil hilo de la memoria, somos capaces de silenciar del todo el llamamiento de la eternidad. El insomnio inquisitivo, el estado alterado de conciencia, son el terreno de juego que algunos eligen para encontrar respuestas. Y las hallan, pero cuál era la pregunta. Nuestro cuerpo es un cedazo muy tupido. Pocas realidades pasan con nitidez por él.

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