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Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -69



Sufre a lo bestia cuando se espera algo de ella. Rinde cuando nadie la mira ni nadie lo espera. Una mujer de genial intelecto que ha acabado por no estimarse a sí misma. La situación más simple para los demás, para ella es motivo de estrés. El exterior es su infierno, ese lugar donde se diluye en miedo y parálisis. Una mujer que dotada para la palabra escrita se encharca al hablar, se limita a su escritorio cuando tiene algo que decir. La baja condición económica de su familia le ratificó en su inferioridad social. Le he pedido que me acompañe y no se mueve. Así que me quedo quieto a su lado. Espero que se acostumbre a mi compañía silenciosa, una sombra que no la juzga, que nada pretende. Al cabo de dos años veo los frutos. Ella abre mi mente simplista a nuevas realidades enriquecidas de naturaleza permanente, ella ha hecho evolucionar mis percepciones, ha dado sentido a lo absurdo o inaccesible. Su capacidad de comprensión de las virtudes y miserias humanas me han hecho más compasivo. Ahora que he logrado su confianza, la que ella no tiene, le he pedido de nuevo que me acompañe. No se ha movido, ha bajado la mirada a sus papeles y la tristeza se ha hecho corpórea. Siento que lo que veo en ella nadie más pueda verlo. Su timidez patológica la aísla. Le pregunto, me confiesa que ha de reprimir sus instintos más demoledores. No sé a cuáles se refiere. Tampoco insisto. Después de su último libro que presenté al público, la invitaron a dar una charla en la facultad de filosofía. Suda solo de pensar en la posibilidad de dar una conferencia. Ha declinado la invitación. Y está enfadada con sus límites sociales, que cada vez la cercan más y más. Se levanta cansada, se sienta a leer, pensar y escribir. Se vuelve a la cama. Corrijo alguno de sus escritos y gestiono los intereses editoriales y de promoción de una obra que va creciendo. Entre los lectores aumenta la curiosidad por una mujer de la que apenas tienen una foto de contraportada sentada en su silla ergonómica. Una imagen que robé para dar gusto a sus lectores. Tienen sus escritos, su alma sin tamizar, su creatividad inspiradora del alma humana, pero los rumores sobre su persona toman cuerpo en redes sociales. Me limito a negarlos y no doy más pistas. Ella así lo quiere. Hablan de un fantasma. Hablan de mí, del acompañante del fantasma. Hablan por no callar, que es la exigencia fundamental de una red social. La miro mientras duerme y sé que en sus sueños aspira a no despertar.

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