Es difícil que en artefactos como nosotros encuentres ausencia de artificio. Esa ausencia es un piropo que se dedica a escritores cuya obra suena franca, como si ponerse a escribir no fuera ya una actividad de lo más forzada y antinatural. Cuando un alma que se alimenta de desasosiego se vuelca en un papel es como vaciar la escupidera o el orinal por el balcón. Los artificios hacen posible la convivencia de criaturas nacidas para complacerse a costa de quien sea. Las buenas formas son las que nos obligan a un comportamiento amable para con los demás. La metafísica ponderada por un cuerpo físico es engreimiento de la retórica. El escritor sincero no escribe más que para desenmascararse. Echar mano de los paisajes, de las flores, de las estrellas, no te convierte en hombre de la naturaleza. La naturaleza no se reboza en la contemplación. Nosotros siempre miramos desde fuera. Estamos fuera.
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