Sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, recostada contra la pared de un bar con la cerveza a un euro, aprovecha el resquicio de los grises edificios para darse un baño de sol, quizá el último. El diagnóstico médico de esta mañana ha sido para cerrar el chiringuito. En poco más de tres horas ha pasado de un brutal acceso de ira contra el mundo, a rendirse a la muerte con espíritu sedado. Ahora se expone al sol de la ciudad absurda. ¿Cuándo empezó a ser absurda? Y el terror, cuándo empezó a desplegarse. Los transeúntes la miran, no piensan nada sobre ella. Pronto ella tampoco pensará nada sobre sí misma. Piensa que pensar no puede ser todo. Pero es todo lo que conoce. Es triste ese hecho, se da cuenta. Reconoce que es un don que el cuerpo avise sobre su deterioro para darle la oportunidad de preparar el viaje a ninguna parte. Pero el terror no es algo que pueda racionalizar. Sale de sus entrañas, de las mismas que se están pudriendo. Una lágrima se tira por el tobogán de su ojo izquierdo y el sol la seca antes de llegar a la comisura de los labios.
top of page
Publicar: Blog2_Post
bottom of page
Commenti