Las palabras se descosen de esa lengua disfuncional que en otro tiempo practicaba la oratoria en teatros atestados de fervor. La enfermedad ha golpeado su alma y su cuerpo con tal virulencia que solo quedan escombros. Un nubarrón puebla sus cejas y amenaza con descargar violentamente sobre los ojos mate. Ya no habla, no se entiende ni él. Y llegan los nervios, la rabia y la frustración. Vuelve al silencio y echa a patadas de su casa a los psicólogos que venden consejos. Se mira las manos intentando descifrar el entuerto del destino en líneas que se diluyen en el miedo del descontrol. Antes de dejar de ser, te sientes un ser dejado de la mano de dios. Amar cuando no te sientes amado es como beber arena.
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