Tiene más prestigio (no entiendo el porqué) el catador de vinos que el de vergas. Un buen saboreador de cipotes es un elemento destacado del bien social y evita revueltas originadas por la presión arterial y hormonal; las más frecuentes como es bien sabido. De la misma forma que se diferencia al catador de vinos del borracho, así debería hacerse con el catador de falos y el depravado. El primero cataloga y ofrece un servicio informativo de calidad a las señoras y a los sarasas. Ya está bien de acercarse a la polla de un amante sin un conocimiento previo de prestaciones y medidas. Hay que saber si la diminuta a primera vista logra la prolongación adecuada una vez manipulada, o si la largura del primer vistazo no alcanza mayor elongación con las caricias de la doña. Hay que saber el tiempo y potencia que ofrecen de media, o las condiciones de conservación más apropiadas para su óptimo rendimiento. Debería haber centros de estudio y adiestramiento dirigidos a la consecución de una diplomatura de probadores de bálanos. Desde aquí lo solicito, al tiempo que animo a las Administraciones públicas a promocionar y subvencionar (llegado el caso) este oficio tan honorable y necesario. Y qué menos que editar una guía Penín con los penes tintos y blancos; espumosos todos.
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