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Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -23



Seamos minuciosos en la descripción, respetemos los tiempos, revivamos los hechos, puesto que cuando se viven por primera vez solo quedan impresiones y se escapan los detalles fundamentales. La viuda camina con pasos cortos sobre las tablas del parquet. Cualquier ruido que contamine la escena del amor puede acabar en un relato mugriento. El difunto apenas dejó objetos a los que vincular un recuerdo, así que las imágenes no grabadas del hogar eran la única prueba de que un día pasó por ahí, dejando un renglón difuso, de relleno, en la procelosa historia de la humanidad. Solía dormir sentado, comer de pie y leer recostado. Solía fruncir el ceño como si hubiera reconocido el engaño. Llevaba zapatillas de casa, pantalón de tergal, camisa a rayas. Sabía de números, sabía que los números no engañan. Hablaba poco, socarrón para esconder el dolor. Sin autoestima que defender, solía esconderse de los acontecimientos, pasar sin pena ni gloria, sin ser visto e intentando ver lo más posible. La viuda coge una corbata del difunto y se la anuda al cuello.




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