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  • Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -210



El cuerpo puede vivir sin pensar. En él fluye con pujanza la naturaleza, la inteligencia de millones de años, vida limitada en el tiempo, pero vida con todas las letras. El espacio que hay entre las células del cuerpo es tu casa. En él te mueves y él es tu identidad. Quizá te parezca poco y vayas corriendo a identificarte con otra cosa. Así somos los imbéciles. Nadie se identifica con un codo, una rótula, un bazo o un intestino delgado, pero sí nos identificamos con pensamientos, emociones, creencias y experiencias. Luego nos extrañaremos de que el mundo es un disparate; un mundo de neurosis, miedos, ansiedades, ruleta de goces y sufrimientos. Contenido, más contenido, para intentar llenar el vacío. No nos gusta lo que somos: espacio, el soporte en el que toda apariencia aparece y desaparece. Pretendemos llenarlo con pintamonas, con disfraces. Mis difuntos son espacio vacío. Las formas son tan maravillosas que siempre señalan hacia el espacio vacío como fuente. "No se puede conocer a Tao sólo hablando de Tao". No se puede conocer a Tao sin ser Tao. Si eres Tao qué sentido tiene conocer a Tao. Somos camaleónicos, nos perdemos en cada versión, no nos es suficiente con ser, necesitamos no ser. La paz permite saborear cada detalle como si fuera el asunto central. Mis antepasados no se me aparecen, no tienen mal gusto, no molestan a los vivos. Supieron vivir y saben estar muertos. Mis antepasados son Tao.

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