He paseado por un barrio de viejos. Las ambulancias circulan por estas calles con una asiduidad que da grima. Josechu es un héroe anónimo. Tiene un sobrepeso que no se debe a lo que come, pues es frugal como un pajarito. Padece de las dos rodillas. No le sujetan. Apenas se mantiene en pie, pero con una osadía digna de admirar sale a la calle a jugársela todas las mañanas y todas las tardes. Quizá tenga miedo de caerse en casa porque vive solo, y eso sería casi como ser enterrado en vida. Así que se arrastra hasta la terraza del bar de la Sofi. Se sienta, pide un café, saluda a los parroquianos. Aguanta vientos fríos y chicharras a partes iguales de forma estoica. Hoy una de las ambulancias ha venido a buscarlo. Se ha caído en el paso de cebra, al intentar cruzar hacia su portal. <<No es nada>>, ha dicho mientras sangrabade la rodilla izquierda como un cerdo en la matanza. Josechu dormirá hoy en el hospital, le cuidarán mejor sus tristezas y cenará caliente. Un buen día.
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