Cogí tus últimas frases, las mastiqué, las tragué. Tuve como efecto secundario una diarrea de pensamientos. Se me pasó la incomodidad y caí en un vacío nihilista. En ese vacío entró, no sé cómo, una comprensión. Y en ella no estaba ninguna de tus frases. Estabas tú. Los que ayer eran tus carceleros se han convertido en tus guardaespaldas. Lo que ayer te provocaba confusión, ahora te genera orden. Tus frases suenan distintas cuando las recito en voz alta. Tú eres distinta ahora que no escribes frases.
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