La persistencia en la derrota es una cualidad volitiva a tener en cuenta. El "nada puede ir peor" ayuda a dormir, pues la previsión de catástrofes es de lo que se alimenta el insomnio. En Rubén las victorias son motivo de inquietud. Tiene miedo a acostumbrarse al viento de cara, cuando en realidad sabe que la llegada de la derrota es inevitable. Rubén apuesta por la opción que nunca ha ganado. Sus posibilidades de mejora son grandes. Apuesta por el potencial de una empresa, y cuando se cumple, se sale dejando el grueso de los beneficios a otros. Se conforma con discretas ganancias que le posibiliten volver a confiar en los perdedores. El final del deseo es el placer. El placer se agota a sí mismo con rapidez. Luego un breve período de calma y vuelta a empezar. El hámster corre en la rueda porque necesita del movimiento constante para hacerse la ilusión de que hace algo. Estar quieto te convierte en presa fácil. Estar quieto le parece que es cosa de muertos. La muerte, una liberación, al fin y al cabo. Sísifo fue condenado por los dioses a empujar perpetuamente un peñasco montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer hasta el valle y vuelta a empezar. Igual es la condena del hámster doméstico en su rueda. Rubén va al gimnasio por las tardes cuando deja de comprar y vender acciones en el mercado continuo. Ejercita su cuerpo porque su cuerpo guarda algo de salvaje que le exige quemar calorías, moverse, estar alerta. En nosotros: domésticos, domesticados, domesticables, domadores, el movimiento es artificial. Hace tiempo que no nos amenazan enemigos extraños. Nuestro insomnio viene dado por lo que somos capaces de hacer con nosotros mismos y porque intuimos que existen respuestas a preguntas que nadie nos ha hecho. Aún.
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