Con las botas llenas de barro -por decisión propia- camina desprovisto de dignidad. Considera ésta un peso innecesario, una atadura para quien desnudo aún siente picores al recordar la ropa. Con la gracia presente avanza hasta zambullirse en un lodazal. Para una mirada neófita parecería que se adentra en él por envilecimiento. El caso es que la mierda le llega hasta el cuello y subiendo. Pero ha elegido volar, ser un ángel de luz encenegado. Es su forma de ser libre incluso cuando el fango tapona sus fosas nasales. Elige estar limpio, ser transparente en el barrizal. Glo, glo, glo.
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