He estado dando vueltas con el coche. El 28 de este mes se celebra a San Agustín, doctor de la Iglesia y patrón de los que buscan a dios en una carretera secundaria. Giro a la derecha, hacia un camino de caminos que llevará a otros caminos. Voy escuchando radio3. Y como Agustín, pregunto en voz alta: Y Vos, Señor, ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo habéis de mostraros enojado? No os acordéis ya jamás de mis maldades antiguas. Porque conociendo yo que mis pecados eran los que me tenían preso, digo a gritos con lastimosas voces: ¿Hasta cuándo, hasta cuándo ha de durar el que yo diga, mañana y mañana? ¿Pues por qué no ha de ser desde luego. y en este día?, ¿por qué no ha de ser en esta misma hora el poner fin a todas mis maldades?
Por qué. Quién sabe. Mi determinación quizá no le llegue a Agustín ni a la suela de sus sandalias. Es probable. Pero mi queja es tan sincera como la suya. Piso el acelerador. Por un momento se me pasa por la cabeza no soltar el pie pase lo que pase.
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