Sal de la ciudad. Último aviso. Sal caminando para no llamar la atención. No mires atrás. La ciudad tiene sus propias reglas y has de librarte de ellas antes de que te alcance el rigor mortis. Eres más que parte de su engranaje, eres naturaleza viva. Camina con garbo, disfruta del esfuerzo, respira y suda con el entusiasmo de estar vivo, acompasa tus brazos, aligera tu mente. Marcha por los senderos que abren campos a los lados, anda entre árboles y zarzales que te hacen pasillo. Camina solo si no encuentras compañero que entienda de qué va el cometido. Los comentarios sobre lo obvio son tóxicos, y el acompañante - si no es bueno- tendrá la tentación de hablar de lo evidente. No corras, no arrastres los pies. Comunícate en silencio con la naturaleza que te rodea, con el cuerpo en el que te trasladas. No hagas fotos, no buscas reliquias muertas. Caminas para lograr el estado de ánimo propicio que te conecte a la realidad. La desconexión queda atrás en la urbe. Cuando te detengas, que sea porque tu soledad está en paz consigo misma. Cuando vuelvas a caminar, ya conocerás tu destino. Cuando llegues, lávate, haz una comida liviana, bebe un buen licor, echa un sueño. Bienvenido al hombre nuevo.
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