La extinción masiva abre las puertas a un nuevo comienzo. De ahí nuestro afán destructivo, nuestro morbo por las tragedias a gran escala que nosotros observamos intocables desde una atalaya, moviendo la cabeza de forma condescendiente y compasiva. ¡Era inevitable! Los extinguidos se sacrificaron por la mejora evolutiva, aunque fuera un sacrificio involuntario. Nadie les preguntó, nadie les contestó. Tú ni preguntas ni contestas. Eres uno de los elegidos y un iluso, porque serás extinguido en el futuro ante la fría mirada del siguiente "elegido". No está de moda ser hombre blanco, heterosexual, carnívoro y cristiano. Les han adjudicado lo malo del pasado y no cuentan con ellos para el futuro. Por eso has decidido tomar mucho el sol, para ennegrecer; haces gestos de amanerado, te apuntas a una asociación feminista, te manifiestas contra las corridas de toros, gritas "Refugees Welcome" y orinas contra las fachadas de las Iglesias. Comes quinoa, soja, humus, espelta, seitán y brócolis. Dices: "todos y todas". Hoy empieza una competición de fútbol, una más. En otros tiempos estarías entusiasmado, pero sabes que eso ya no se lleva. Así que te quejas de lo mucho que gana un futbolista habiendo tantos niños en el África subsahariana pasando hambre. Y te rasgas las vestiduras y te encadenas a un árbol. No sabes por qué. Lo has visto en una película, o eso crees recordar. El hábitat se ha desestabilizado. Hoy los herbívoros se comen a los carnívoros. No lo llaman canibalismo, lo llaman hacer limpieza de fascistas.
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