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Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -142



Si pintas como ves, si escribes como imaginas, es que no se desvía energía ni se solapan matices entre la mente y la mano. Eso es imposible. El roce, la resistencia, las costumbres, los prejuicios, las emociones tornadizas se alían para trampear la autenticidad de la creación. A veces hay sorpresas y la forma da una alegría no buscada. Por eso el artista duda de sí mismo, duda de ser el elegido. Hace bien en dudar. El contrato entre el arte y el artista es temporal. El arte anhela la inmortalidad a costa de la finitud del artista. Los excesos ensanchan la mente y la encogen, la liberan y la esclavizan. Los excesos son tan necesarios para el artista como la continencia para el notario. El caos de la libertad domina el estudio, el escritorio, los pinceles, las teclas. El pintor cojea en busca de putas en el barrio rojo. El escritor parlotea solo en la esquina de un bar que cerró a medianoche. La copa sigue llena. Si te pones una pajarita - no seas sexista - ponte también un pajarito. El pintor y el escritor se encuentran dando bandazos por la noche. No se reconocen, pero se atraen. Juntos, por entretener al diablo, planean un doble crimen. Sus cadáveres aparecieron a la mañana siguiente en un descampado, con las lenguas fuera y las pollas en la mano.

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