Le han matado a una hija y declara que la pena le empuja a echarse a morir en un rincón, que es la rabia y el odio los que le animan a levantarse cada mañana. Sí, somos humanos, tampoco hay que esperar demasiados gestos heroicos. La venganza es un plan organizativo tan satisfactorio que puedes entregar el resto de tus días a darle salida. Se sabe en qué consiste la teoría del perdón, tan hermosa como inviable en la práctica. Hay mucha casuística aclaratoria al respecto. Apilamos cuestiones sin resolver en el ajetreo cotidiano hasta que llega un hecho que por su fuerza determina el futuro con escaso margen para la improvisación. Tu razón de ser no la conoces, pero se te aclara de repente cuál es tu razón de estar. No son sinónimos esos verbos, ni mucho menos. La justicia consiste en dejar a todos insatisfechos por igual. La venganza es más necesaria que justa. La venganza necesita de muchos ensayos hasta que sale bien. El vengador observa a su objetivo, desde lejos lo matiza con la mirada, llega a conocerlo perfectamente para golpear donde en verdad duele, para explicarle con hechos el principio de "acción-reacción" de Newton. El vengador es un docente que ejerce fuera del aula. El objetivo no debe morir, no sería vengativo; debe sufrir. Para ello hay que arrebatarle lo que más quiere, aquello por lo que daría su vida. Hay que actuar cuando el objetivo ha empezado a notar el efecto sedante del olvido.
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