Los contornos, las texturas, su relación con los números es voluptuosa. Formas y paisajes antes que el mero cálculo. Todos los sentidos aportan su poder para identificar un dígito. Su cerebro es un cajón numérico. El cerebro es cambiante, pero si se pasa en la transformación, el resto de la sociedad lo marginará por insólito e incómodamente singular. Difícil es la tarea de encender y apagar el interruptor que le asemeja al resto de sus congéneres. Pero si quiere protegerse de las miradas, que por ignorantes se vuelven peligrosas, habrá de alcanzar esta habilidad. Por otra parte, si se pasa en equipararse al resto, puede que pierda la capacidad, que la olvide, que acabe por despreciarla. Y así volver a ser "normal" como sinónimo de vulgar e irreal. El universo inextricable no lo quiera.
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