Tengo un conocido a quien ladran los perros, incluso los más tranquilos. Y eso le preocupa. Me voy a tener que hacer la cirugía estética. Es cierto que tiene una cara rompeolas, pero no es motivo suficiente. Como consuelo, le digo algo sabido: los perros de ciudad hace tiempo que perdieron el instinto canino, solo son estúpidas marionetas subordinadas al capricho y tara emocional de sus dueños. Un perro en un piso de 60 metros cuadrados, sin un cometido claro, sobado por toda la familia y alimentado por encima de su desgaste físico, se convierte en una criatura infame. Están capados, vacunados, amordazados. Viendo cómo sus dueños se agachan a recoger las caquitas, se vienen arriba. Lo extraño es que no ladren a las farolas hasta que salgan disparadas como cohetes hacia la luna.
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