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Foto del escritorLuis Amezaga

La danza del espacio infinito -128



Habías borrado de tu memoria hacía tiempo a esa persona, cuando anuncian por la tele que acaba de fallecer. Lo mismo sucede con la disolución de grupos armados. Quién puede acordarse de una organización nacida para asesinar cuando hace tiempo que no pone una muesca en su revólver. Quizá las víctimas, que nunca dejan de serlo; al contrario, cada vez lo son más. La retórica de los terroristas es tan insufrible como su actividad. Llamar la atención es su afán infantil, queda tan ridículo en una banda de matones, que espero no alarguen su propaganda de muerte ajena y propia. Los nacionalismos silban para despistar. Los globalistas despistan para silbar. La causa devora a los hombres, éstos devoran a otros hombres en nombre de la causa. En una reserva cercana a Johannesburgo, el león Shamba atacó a su cuidador hasta dejarlo malherido. Los vigilantes abatieron al animal que nada impropio había hecho, que actuó movido por su instinto depredador. Pero para nosotros tiene más valor la vida de un hombre que la del animal. Es lógico. Protegemos a los de nuestra especie. De no ser así, no habríamos llegado hasta aquí. Es más, aunque el león, con una certera dentellada hubiese arrancado de cuajo la cabeza del cuidador, los vigilantes lo hubiesen abatido igualmente. Porque para nosotros tiene más valor el cadáver del hombre que la vida del león. Ya nos encargaremos luego de matarnos entre nosotros por una causa que no venga a cuento, por un supuesto derecho a decidir. Pero ese es otro relato. Hemos de vigilar que la historia no la escriban los asesinos.

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