Hacemos bien en buscar nuevos mundos por dentro y por fuera del sistema solar. Presentimos, aún en la intimidad, que somos un proyecto abandonado. Hemos llegado lejos, pero tenemos una maca egocéntrica y autodestructiva que no somos capaces de ahuyentar y que nos impide la sublimación de la especie hacia la representación universal. Hemos tocado techo. Nadie nos mira. Podremos sobrevivir mucho, mucho tiempo, porque hemos desarrollado un número inmenso de habilidades y manejamos con maestría los recursos que se nos ponen al alcance, pero no habrá chispas nuevas, no habrá más recursos extraordinarios en nosotros, ni empujones evolutivos, ni saltos de calidad en la visión de paradigmas. Los grandes planes del universo ocurren en otro lugar. Tuvimos una oportunidad, pero no pudo ser. Tampoco importa mucho, de todo se aprende y los otros proyectos avanzarán un poco más, llegarán más lejos. Por eso es comprensible que tengamos la aspiración de conocerlos antes de extinguirnos. Es lo que importa. Le había cogido cariño a esta envoltura, ahora dejada a su suerte. Seguro que nuestro espíritu obtendrá el reconocimiento que se merece en la culminación del proyecto.
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