Escribir exige silencio y soledad, aunque no tanto como leer. Cuando obtuvo el adelanto de un millón de euros por su próximo libro sobre espionaje industrial, se hizo una operación de estética y huyó del país. Se sospecha que anda oculto en alguna isla del Pacífico leyendo a pierna suelta, sin coger notas ni preocuparse por la documentación. Se sospecha que ha vuelto a la niñez, que ha vuelto a disfrutar de la palabra escrita. Solo lee ficción y ciencia, y las combina. No le interesa la Historia, ni los libros basados en hechos reales, ni en OPAS de ejecutivos salvajes follando con putas de lujo. Está harto de la vulgaridad y del mundo editorial que funciona como una empresa de metalurgia, pero con más hipocresía. Sí, le buscan. No los lectores. Le pusieron una demanda por estafa e incumplimiento de contrato. Le da igual. Nunca le encontrarán. Es lo que tiene el dinero, que a la larga te permite, si no eres ambicioso ni llamas la atención, hacer un corte de mangas al mismo que te lo dio.
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