La noche se va torciendo como leche cortada, separándose el suero de la proteína. La noche es de pasos lentos, de horas opiáceas, de bombillas crepitantes, de cortinas amarillas que no soportan un lavado más sin hacerse jirones. La noche es de cenizas que se escapan de su urna funeraria, de fotos sin fecha, de amores con los que no pudiste cumplir. La noche te aboca a la lectura de un libro estúpido. Cualquiera aprende de libros inteligentes, pero solo los inteligentes sacan provecho de un libro insustancial. La noche cabalga sola y su trote cansino retumba en los oídos de los huérfanos. Abres el libro por la última página. Da igual dónde busques el tesoro cuando lo llevas dentro. La noche es materia oscura, es agujero negro, es una mina derrumbada, es el silencio que aprovechan los objetos para comunicarse. Mira esa taza cómo se ríe. No hay lecturas obligatorias, ninguna. Suspende a quien lo crea, sospecha de quien reseña. Te gustaría escribir blanco sobre el fondo negro de la noche. Pero por favor, no escribas poesía, que la falta de talento en poesía acaba con fatalidad y patetismo. Escribe la lista de la compra para mañana y hazlo de forma honesta. Con eso basta. La posteridad es esa taza, se reirá de lo pasado o lo aplastará como un rodillo. Te entran ganas de mear, te levantas del sillón, no llegas, lo sabes, pero no te das prisa. Es de noche, no hay prisa ni para morir. Te la sacas y meas por el pasillo. Ya lo lamerá el gato. Te viene a la cabeza una expresión que en ocasiones has oído en la radio a comentaristas deportivos: "se masca la tragedia". Qué enfáticos. Ver a una primera dama mascando chicle sí que es trágico. La noche es solemne, exige respeto, maneras.
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