Aunque no todo hombre muerto es libre, sí todo hombre libre está muerto. Juanjo es un conocido de hace años, en su juventud empezó a beber hasta convertirse en alcohólico, o al revés, no sé. Juanjo se emborrachaba a diario bebiendo menos alcohol que el resto de la cuadrilla. Juanjo era formal, trabajador y siempre educado. Nunca en sus ebriedades faltó el respeto a nadie. Era un borracho muy peculiar. Solo hablaba un poco más de la cuenta, pero no era molesto ni para taberneros ni para la parroquia de los bares. Solo se hacía daño a sí mismo. Juanjo ha estado los últimos tres años sin probar una gota, según cuenta. Sobrio se presenta igual de caballero, pero con la inteligencia más despierta. Hoy me lo he encontrado sentado en una silla de una terraza en un barrio alejado de nuestra zona. Estaba doblado, con la cabeza entre las piernas, con una copa casi llena sobre la mesa de plástico. Le he dado un toque en el hombro, ha levantado la cabeza y me ha saludado tranquilo, con media sonrisa y los ojos cansados. Ha hecho una mueca, como diciendo: <<ya ves, no ha podido ser>>. No le he dado la monserga y me he despedido dejándolo con sus cosas. Por qué concebimos como fracaso cuando nos damos por vencidos, si ese bajar la guardia nos produce una paz inefable, dilatada, venturosa. Quién nos carga la mochila de ser héroes, de exigirnos una respuesta solvente cuando estamos hechos para la derrota, cuando asumir la caída es lo único que la desarma y nos relaja.
top of page
Publicar: Blog2_Post
bottom of page
Comments