Los pensamientos parecen tan tangibles, tan pegados a lo real, tan referidos a hechos incuestionables, que solo una bocanada de Gracia puede sacarte del engaño. Cuando esto ocurre, la mente se revuelca por el suelo chillando como un niño caprichoso para llamar la atención de los padres. Si eso no funciona, la mente intentará dar pena, mostrará su sufrimiento auto infligido, apelará a la compasión, se hará más astuta. Sieso no funciona, tratará de desprestigiar a la Gracia tachándola de insulsa, de vacua, de falta de acción, de falta de estímulos, de irreal. Si eso no funciona, se prestará a colaborar con la intención de sabotearla desde dentro. Pero la Gracia es inaccesible para todo aquello que no es ella, pues la ilusión de "otro ser" se desintegra en su presencia. Cuando la Gracia se manifiesta, la mente en un intento desesperado querrá usarla en su beneficio, convertirla en algo adulterado, en algo mental, constreñido a un pensamiento o emoción. Es después del íntimo encuentro que se aprecia un solo zumbido.
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