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  • Foto del escritorLuis Amezaga

El zumbido del que subyace-44


La mente, aunque esté abierta a la gracia, se aburre de estar mirando a su fuente, de estar atenta a la espaciosidad. Comprende que ahí reside la quietud y la clarividencia, pero acaba cansándose porque está acostumbrada a los estímulos y fogonazos de lo fenoménico. A la mente le gusta salir de caza aunque siempre sea la pieza. Vuelve a enredar una y otra vez con la idea de que esta vez será diferente. No lo es. El sufrimiento suele ser un gran maestro si no acabas cogiéndole el gusto, que también puede pasar. La mente es capaz hasta de regocijarse en el papel de sufridora. No es tan fácil rendir nuestra estupidez.

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