La mente ingiere alimentos sensoriales del exterior proyectado (regurgitación) del pasado, del futuro, del reservorio colectivo, y genera desechos a los que llamamos pensamientos. Vincular la identidad con las heces es un modo seguro de construir un atribulado mundo de proyecciones en el que perdernos. La conciencia de ser es nuestra aportación natural a la manifestación del ser.
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