Si te sientas a solas en el bosque durante el tiempo suficiente, descubrirás que no hay actividad registrable a simple vista, que la naturaleza y los animales, apenas importunan la paz. No obstante, la pujanza de la vida llena de matices el paisaje, la realidad irrumpe en ese no "hacer nada" continuamente con un vigor asombroso. Regresas a la ciudad y te fijas en que todo el mundo está haciendo cosas: compulsivamente, yendo de aquí para allá, iniciando proyectos, planeando futuras acciones, encarando complejos asuntos, recordando historias... Observas a tu alrededor el paisaje que hemos construido y es gris, burdo y enfermizo, como si la vida se viera solapada por el protagonismo humano.
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