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  • Foto del escritorLuis Amezaga

El zumbido del que subyace-15


El buscador tiene la impresión de que la mente coloca obstáculos donde tropezar: apegos, adicciones, problemas... Pero en realidad solo es uno: el de postularse como receptáculo de su identidad. Cuando el buscador se da cuenta de esto, de la falta de sujeto, todas las trabas desaparecen. Los sucesos no tienen dónde adherirse, como les sucede a los animales o a los niños pequeños. Al ser descubierta la mente proyectada hacia afuera, aún intenta una última maniobra más sutil: imitar al ser en su compostura y proponerse como espejo distorsionado; más emocionante, más preciosista. Si usted ha comprendido estas palabras, desconfíe, pues es probable que hayan sido comprendidas por su mente avisada que quiere preservar el relato ficticio que la ensalza como sujeto. Cuando estás en ti, la mente es observada como puede serlo tu mano izquierda o tu rodilla derecha. Si te identificas con la mente y el cuerpo, sufrirás con ellos, morirás con ellos. El que se identifica con el objeto se borra en el objeto de su identificación. Por eso debes respetar lo que es y no devaluarlo a los límites de lo fenomenológico. Las formas danzan al ritmo presencial de ti. Luchar por cambiar las formas solo es otra forma. ¿Te agotarías dando manotazos y patadas a un espejismo? Es de locos. Hay algo antes que el huevo y que la gallina. Localízalo y quédate ahí, en esa espaciosidad sin límites, en esa tu casa sin puertas ni muros. Puedes pasear por la ilusión siendo real, no es necesario que dejes de ser para jugar al juego de las apariencias. La ilusión es solo reconocida por quien es real. Entregarte a los espejismos abandonando tu lugar de testigo es olvidarte de ti para convertirte en espejismo. Esa es la cualidad del ser, que puede ser lo que quiera, incluso olvido de sí.


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